Argumento Cosmológico - Argumento Kalām



ARGUMENTOS A FAVOR DE LA EXISTENCIA DE DIOS

I - El argumento cosmológico o argumento a partir de la creación.

Cosmos” es un término griego que significa “todo lo que existe”; el universo y todos sus componentes. El argumento cosmológico a favor de la existencia de Dios busca probar que si algo existe se debe a que hay un Dios que lo creó. O dicho de otro modo, sin un Dios creador nada podría ni llegaría a existir. Dios puede existir sin el universo, pero el universo no puede existir sin Dios. De este modo, el argumento cosmológico intenta demostrar que el universo no es una entidad necesaria y no puede, por tanto, explicarse a sí mismo. La esencia del argumento es probar que el universo fue causado por un agente que no es parte del mismo universo ni fue causado por nadie.

Pablo dijo que todos los hombres conocen acerca de Dios “porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa.” (Romanos 1:19-20).

Platón fue el primer pensador conocido que desarrolló todo un argumento basado en la causalidad. Aristóteles siguió su línea. Los filósofos musulmanes Al Farabi y Avicema también recurrieron a este tipo de razonamiento, al igual que el pensador judío Moisés Maimónides. En el pensamiento cristiano, Agustín, Tomás, Anselmo, Descartes, Leibniz y otros hasta nuestros días, lo hallaron valioso y lo han hecho el argumento más ampliamente conocido de la existencia de Dios.

La idea básica de este argumento es que, así como hay un universo, este debió ser causado por algo más allá de sí mismo. Esto se basa en la ley de la causalidad, la cual dice que todo objeto finito es causado por otro diferente a él. Este argumento asume dos formas distintas que se tratarán por separado. La primera indica que el universo necesita una causa inicial; la segunda, que necesita otra causa actual para continuar existiendo.

Primera forma: El argumento cosmológico “Kalām

Este argumento busca demostrar que el universo no es eterno, que necesariamente debió tener un comienzo. Este argumento fue formulado por primera vez por filósofos cristianos, pero no cobró verdadera fuerza hasta la Edad Media cuando pensadores del islamismo pusieron atención en él.  “Kalām” es una palabra árabe que significa “conversación” o “discurso”, pero tiene connotaciones mucho más amplias que la acercan a la filosofía y la teología.  Este argumento afirma que el universo es limitado porque tuvo un principio, y que tal principio fue originado por algo más allá del universo mismo. El argumento puede formularse de la siguiente manera:

El universo fue causado en el principio
1)      El universo tuvo un comienzo
2)      Lo que tiene un comienzo debe haber sido causado por otra cosa.
3)      Por lo tanto, el universo fue causado por otra cosa, y esa causa fue Dios.

Para evitar esta conclusión algunos dicen que el universo es eterno, que nunca tuvo comienzo, que siempre existió y nada más. Carl Sagan señaló “El cosmos es todo lo que es, fue alguna vez, o será”. Pero existen dos respuestas a esta objeción. La primera de ellas es que las pruebas científicas respaldan fuertemente que el universo tuvo un comienzo. El punto de vista que casi siempre sostienen quienes proclaman que el universo es eterno, conduce a algunos a creer que el universo está produciendo constantemente átomos de hidrógeno a partir de la nada. Sería mucho más sencillo creer que Dios creó el universo a partir de la nada. Además, el consenso de los científicos que estudian el origen del universo es que éste se formó de una manera súbita y cataclísmica. La prueba principal de que el universo tuvo un comienzo es la segunda ley de la termodinámica, que afirma que el universo se está quedando sin energía utilizable. Es decir, que si se está agotando, no puede ser eterno. Otra prueba es que todavía podemos encontrar radiación de esa explosión y ver el movimiento que ha causado.

Robert Jastrow, fundador y director del Instituto Goddard de Estudios Espaciales de la NASA, dijo: “Debe haber una explicación lógica del explosivo nacimiento de nuestro universo; y si existe, la ciencia no puede hallar cuál es esa explicación. La pesquisa científica del pasado termina en el momento de la creación”. Más allá de la evidencia científica que demuestra que el universo empezó, hay una razón filosófica para creer que el mundo tuvo un punto de partida. Este argumento muestra que el tiempo no puede regresar a la eternidad pasada. Se ve que es imposible pasar por una serie infinita de momentos.

El eje central de este argumento es la idea de que existen dos clases de infinitos: los infinitos potenciales (o abstractos) y los infinitos reales (o concretos). El argumento Kalām toma lo que podemos conocer sobre esta serie infinita de números y usa ese conocimiento para demostrar que el universo debe haber tenido un comienzo.

Los infinitos potenciales (o abstractos) se componen de un conjunto de números que puede crecer incesantemente al agregar otro número a la serie. Por ejemplo, los segundos en un cronómetro son potencialmente infinitos. Si el cronómetro no se detiene, los segundos podrían seguir acumulándose, al menos potencialmente, por siempre. Una serie infinita abstracta es un infinito matemático. Por ejemplo, cualquier matermático sabe que hay un numero infinito de puntos en una línea con extremos A y B, sin importar que tan corta o larga sea la línea. Sin embargo, los infinitos potenciales nunca son infinitos reales. Un infinito potencial siempre es un conjunto finito de números al que se le puede agregar un elemento más. No importa cuántos elementos agreguemos a la serie, jamás llegará a convertirse en infinita.

Los infinitos reales son conjuntos de números que no pueden incrementarse puesto que, debido a su propia infinitud, el conjunto incluye a todos los números; no existen elementos que se puedan agregar. Si esto resulta difícil de comprender, se debe a una muy buena razón: los infinitos reales no existen ni pueden existir en el mundo físico. Si lo hicieran, nos veríamos expuestos a absurdos y a efectos con los que nos resultaría imposible convivir. Imagine una colección infinita de discos compactos, cada uno con un número infinito de melodías. Si escuchara un solo disco, escucharía tantas melodías como si escuchara todos los discos de la colección (una cantidad infinita) y, sin embargo, serían infinitos de diferente tamaño, lo cual es un concepto absurdo.

Imagine ahora que los puntos A y B son los extremos de una repisa en una biblioteca. Aunque haya un número infinito de puntos matemáticos abstractos entre los dos extremos, no podemos colocar un número infinito de libros entre ellos, sin importar cuán delgadas sean las páginas. Tampoco importa cuantos metros de separación existan entre los extremos de la repisa, de ninguna manera podemos colocar un numero infinito de libros entre ellos. Por tanto, aunque las series infinitas matemáticas abstractas son posibles, no lo son las series infinitas reales.

Uno puede imaginarse que pasa por un número infinito de puntos sucesivos en el vacío, pero el tiempo no tiene dimensiones ni es imaginario. Es real, y cada momento que pasa consume tiempo que no podemos recuperar; es más que pasar el dedo a través de un número interminable de libros en una biblioteca. Uno nunca llega al último libro. Aunque piense que lo ha hecho, siempre puede agregarse uno más. Uno nunca puede terminar una serie infinita de objetos materiales.

Si el pasado fuera infinito (lo cual sería otra manera de decir “Si el universo siempre hubiera existido sin un comienzo”) nunca habríamos podido pasar por el tiempo para llegar hasta hoy. Si el pasado fuera una serie infinita de momentos y junto ahora es donde termina, habríamos pasado por una serie infinita, y eso es imposible. Si el mundo nunca hubiera tenido un principio, no habríamos podido llegar hasta hoy. Pero llegamos, de modo que el tiempo debe haber empezado en algún punto particular del pasado y ha llegado a un tiempo definido desde entonces. Por lo tanto, el mundo es un hecho finito, después de todo, y necesita una causa para su comienzo.

Esta demostración de la no existencia de los infinitos reales puede aplicarse a dos aspectos del mundo real: tiempo y causalidad. La mejor manera de probar que el tiempo no es infinito, que tuvo un comienzo, es señalar que existe un “ahora”. Si el ahora existe, el tiempo no puede ser infinito. Para demostrarlo, piense en el “ahora” como un lugar de destino, como una estación de ferrocarril. Luego imagine el tiempo como vías del ferrocarril que se extienden hasta el infinito. Si usted fuese un pasajero que espera la llegada del tren, ¿cuánto tiempo debería esperar? Eternamente. No es posible llegar al final de algo infinito, por ende, no hay punto final al cual llegar.

Si fuera posible extender vías de ferrocarril de longitud infinita, estas serían el equivalente de una vara con un solo extremo, es decir, un absurdo. Así como el infinito potencial se define como un conjunto finito de números que nunca pueden llegar al infinito, el infinito real nunca podría llegar al límite de su infinitud y volverse finito. Sin embargo, existe un final, un “ahora”. Esto implica que las vías del tiempo no pueden extenderse hasta el infinito. No puede haber un número infinito de momentos previos anteriores al momento presente. El pasado no es un infinito real. Por lo tanto, el tiempo debió tener un comienzo.

No obstante, el tiempo mismo no fue causa y origen de su existencia. Si tuvo un comienzo, hubo algo que lo inició. Aquí es donde la causalidad entra en escena. No existe efecto que no haya sido causado. Todo ser humano es efecto de un proceso biológico causado por sus padres. Este texto fue causado por la acción de escribir sobre un teclado. El estado actual del universo es efecto causado por diversas condiciones físicas y astronómicas. Nótese, sin embargo, que cada una de las causas mencionadas es también efecto. Por ejemplo, nuestros padres no solo son causa de nuestra existencia, sino también efecto de sus padres, que antes fueron efecto de sus padres, y así sucesivamente; pero, como lo prueba la inexistencia de un infinito real, la cadena de causas no puede extenderse en una regresión infinita. En este caso, la estación de ferrocarril consiste en causas presentes; si ahora tenemos causas, es porque hubo un inicio de la secuencia. Por lo tanto, debe haber una causa que no sea efecto, una causa no causada o causa primera. Dado que el universo es un efecto, debe haber tenido una causa que lo originara.

El argumento Kalām explica que el universo tuvo un comienzo y que ese comienzo fue causado por una causa no causada. Ante este planteamiento, solo hay dos posibilidades: Que la causa haya sido personal o impersonal. Al reflexionar sobre las características de esta causa no causada, no se tarda en llegar a una conclusión: la causa primera, necesariamente, debe tener la capacidad de crear, sin esta capacidad nada podría ser creado. Además, debe tener intención de crear, la voluntad de dar comienzo al universo; sin esta voluntad creadora nada podría ser creado. Se necesita un ser no contingente, uno cuya existencia no dependa de otra cosa más que de sí mismo. Si fuese un ser contingente, sería simplemente un efecto más en la cadena de causas-efectos. Además, debe ser trascendente; la causa del universo debe estar y no debe formar parte de él. Ahora, si sumamos todas estas características ¿qué clase de ser cumpliría con los siguientes requisitos?:
  • Existir sin que su existencia dependa de nada ni nadie.
  • Tener el poder de crear de la nada.
  • Tener voluntad para hacerlo o no.
  • Tener la característica de existir fuera de la creación.

¿Estas cualidades son propias de un ser personal o impersonal? Personal, por supuesto. Así pues, el argumento Kalām llega a la conclusión de que el universo tuvo un comienzo causado por un ser personal, poderoso y trascendente.


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